Un Diamante de Bachué
- Retazos de Sevilla
- 25 ene 2017
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La gran Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla marcó un antes y un después en la historia de la ciudad. Ésta abría nuestra urbe al mundo saneando espacios, mejorando infraestructuras y dejando numerosas joyas en la ciudad. Una de ellas es el Pabellón de Colombia, un edificio de José Granados de la Vega con decoración de Rómulo Rozo situado en el Paseo de las Delicias y desconocido para muchos visitantes. Lo mejor de todo es que sólo hay que salir de la Plaza de América para encontrarnos de frente con este diamante custodiado por dos diosas chibchas de la luz, o recorrer el carril bici para vislumbrar alguna otra perla de la magnífica exposición inaugurada el 9 de mayo de 1929.

Las diosas, apoyadas sobre un pedestal que simboliza el Lago Iguaque de donde había salido Bachué “la de los senos turgentes”, llevan el sol y la luna en sus hombros. Peces sagrados nadan por las aguas de la cancela que da acceso al pabellón, la rana Ata sostiene desde abajo los balcones y el escudo colombiano corona el edificio con dos jóvenes indígenas que adoran su tierra. En este cosmos de piedra convergen arquitectura y tradición de tal manera que, en ocasiones, la persona que lo observa se deja embaucar como el lector de una historia entre el pasar de sus páginas. No es de extrañar si recordamos que en su interior se expuso el Silencio de Tobón Mejías, el Tesoro de los Quimbayas o la más rica colección de esmeraldas realizada hasta ese momento en el continente.
Pero el exterior sigue ofreciendo detalles a los curiosos que se atrevan a mirar, porque la serpiente en la que se convirtió Bachué después de alentar a sus hijos a la paz y sumergirse en las profundidades de las aguas de las que había salido, recorre los muros despampanante. Ocho de ellas se encuentran enroscadas a modo de columnas en las torres, portando cuatro cabezas que acompañan a las diosas de la agricultura, el comercio, la industria y la navegación.

Consulado de Colombia y todo un mapa mitológico que descifrar para encontrar los tesoros de su gente, ritos y cultura. Mientras tanto, vastas libélulas se acomodan en el interior de su patio para representar al amor, la lluvia, la cosecha y también, por qué no, la mala suerte. Si has encontrado algo de la buena quizá puedas venir a contemplar esta alhaja cercana al Guadalquivir. Promete historias fascinantes.
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