Velázquez
- Retazos de Sevilla
- 24 nov 2016
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Diego de Silva Velázquez, uno de nuestros pintores por excelencia, nació en junio de 1599 en la Iglesia de San Pedro. Pleno centro de Sevilla, en cuyos alrededores se situarían posteriormente las fábricas de tabaco que precederían a la Real de Van der Borcht en el siglo XVIII. Pero no sólo los amantes de esta planta se beneficiaron del Descubrimiento de América, ya en la Sevilla de Velázquez hubo multitud de mercaderes y comerciantes que se enriquecieron con el negocio americano, los bancos y el arte.

A finales del siglo XVI Sevilla contaba con más de ciento veinte mil habitantes, siendo la cuarta ciudad del continente europeo tras París, Londres y Nápoles. Como gran metrópoli, veía crecer al tiempo de sus habitantes monumentos, iglesias y fundaciones culturales. Un colorido cuadro constituído por nobles, mercaderes, mozos, aguadores, pícaros, truhanes, frailes y panaderos entre inmigrantes de diversa procedencia, que veía crecer el casco antiguo a borbotones entre las aguas del río y las desigualdades sociales. Flamencos e italianos serían la gran influencia de Velázquez, el cual hizo un amplio uso de las estampas procedentes de ambos lugares en su época sevillana. Y es que con el Descubrimiento, Sevilla llega a ser uno de los centros de producción y distribución de obras de arte más importantes del mundo. Los talleres, a todo gas, crean obras para satisfacer la demanda de los mercaderes de arte y el comercio del ‘genio’ con el Nuevo Mundo trae a la gran urbe maestros extranjeros que quieren encontrar su oportunidad en la “Nueva Babilonia”.
Hasta 1623 Velázquez disfruta de la vibrante Sevilla para irse a Madrid, donde engendraría ‘La Familia de Felipe IV’ (Las meninas, 1656) y Las Hilanderas o ‘La fábula de Aracne’ (1655-1660). En esta primera época, el pintor respira la espiritualidad del lugar donde vive, una sociedad donde la definición se hacía límite y los contornos eran de suma importancia. Es por eso que antes que nada ‘dibujaba’ sobre la imprimación con un pequeño pincel puntiagudo y casi rígido con el que producía una línea fina, en relieve” (Véliz, 1996). Es esta la etapa del tenebrismo donde el realismo y los contrastes de luz juegan un papel fundamental. El costumbrismo, lo cotidiano o vida ordinaria, y los bodegones como los representados en ‘El aguador de Sevilla’, la ‘Vieja friendo huevos’ y ‘El Almuerzo’ serían el camino anterior a los retratos cortesanos realizados en su segunda ciudad. Para sus bodegones y naturaleza muerta utiliza colores ocres y terrosos, el claroscuro así como la línea minuciosa y definida.


Velázquez, un grande descrito en los escasos documentos en los que se menciona su personalidad como persona modesta y discreta. La humildad que fraguaría a Vulcano, Esopo o la maravillosa ‘Venus del espejo’ otorgándole un honor parecido al de sus ‘Tres músicos’, su ‘Mulata’ o a los ‘Dos jóvenes a la mesa’. Toda una lección en la que las imágenes crean infinitas palabras en el tiempo.
Fuentes Domínguez Ortiz, An tonio ‘Velázquez y Sevilla. Estudios’. Aldeasa, 1999.
McKim-Smith, G ridley ‘Velázquez y Sevilla. Estudios’. Aldeasa, 1999.
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